Fuimos y Somos

sábado, 6 de agosto de 2011

Los miedos de los que hablo

Hay miedos...extraños.
Puedo tener miedo de escuchar una canción...simplemente por su significado...o por el momento que viví escuchándola.
Es posible que tenga miedo de estar solo, refugiado en mi oscura cueva  con mis cachivaches de madera y mis pensamientos amorfos, y no me refiero a miedos como la oscuridad, o el miedo a inquilinos no esperados como algún morado monstro que aparezca debajo de mi cama.
Son miedos más extraños, más profundos seria la palabra correcta, y digo más profundos porque... El sitio de donde provienen no es otro, que mi cabeza, mi voluminosa y oscura cabeza, los miedos de los que hablo nacen en los lugares más remotos, por ejemplo pueden nacer en una esquina de mi cabeza donde guardo las putas experiencias, o quizá empezaron a existir en un pequeño recoveco de un diminuto  hueco en donde curiosamente... no existía ni gota de sangre. Ni trozo  de neuronas  vivas...
Los miedos de los que hablo, esos a los que he empezado refiriéndome como... extraños y  luego profundos ahora los de nominare o me permitiré el lujo de denominarlos: Íntimos.
¿Que por qué íntimos? pues porque normalmente suelen ser un secreto.
A mi parecer, existen dos clases de miedos íntimos.
Unos más simpáticos.
Esos miedos íntimos...simpáticos, unos miedos normalmente infantiles pero que con el paso de los años acaban produciendo una pequeña carcajada.
Si no me creéis… Que alguien piense en ese perchero que cuanto más lo mirabas , mas adoptaba la forma de cualquier silueta,  o incluso pensar en  esos juguetes absolutamente momificados, esos por los que rezabas para que de un momento a otro no se levantasen , o que si lo hicieran, por lo menos fueran lo mas semejante posible a el gran  buz lightyear .
Si ese ejemplo no vale… que alguien piense en ese cuarto que con la luz de farola de la calle de enfrente, producía esa imagine tan tétrica, con esos rayitos de luz expulsados de la persiana de la ventana a medio cerrar, tan tenues como afilados, que hacían pensar que era imposible que por el día ese mismo cuarto fuera una alegre habitación de niños.
 Esa luz de farola, que llegaba a la ventana de la habitación con la suficiente fuerza como para proyectar esa sombra tan puntiaguda de el ya mencionado perchero y que con la imaginación de un niño, era capaz de adoptar formas inimaginables en el suelo pisoteado de esa habitación, a esa sombra...Oscura e involuntaria, esa que tantas noches me robo el sueño...
Ahora, la echo de menos... porque ahora mismo cualquier sombra reflejada en mi cueva... tendría un gran significado, ya que...seria compañía.
A esos mis recordados miedos íntimos, al contado y a los que nunca contare, les dedico una carcajada.
Pero luego... luego queda la otra clase de miedos íntimos.
Estos que no son capaces de arrancar una carcajada, ni siquiera... a ese gato tan chistoso y de gran dentadura del cuento de la niña rubia.
Esos miedos íntimos...que nunca se entenderán.
Producidos a lo largo de toda la vida y que se expresan en los momentos de  soledad, esos que consisten en cualquier alocado pensamiento.
En este momento, cualquiera de mis pensamientos valdría, estoy sobrecargado asique, elijo uno al azar:
Este puto miedo que tengo , este miedo que me revuelve el estomago cuando pienso en que en el momento en que me refugie  y  la locura me pinche con su aguijón contagiándome así ese virus capaz de hacerme que me  decida a abrir la boca expulsando así,  alguna palabra, o ni si quiera eso, cualquier sonido, entonces , en ese momento , aparece uno de mis miedos.... consiste en que: la respuesta a la pregunta , a la frase o al ladrido que hubiese salido de mi boca.. Me la tendré que imaginar.
Así una y otra vez hasta que... acabe pareciéndome al más extraño  lento y viejo  personaje de cuento...o al más gris y codicioso de los personajes de película.

Llegado a este momento me da miedo seguir hablando.
Así que como al asustado personaje al que apuntan  con un calibre nueve en medio de su sudorosa frente, pronunciare mis últimas palabras...
Tenía razón aquel eterno extranjero orgulloso de vestir su sombrero, las consecuencias... son inevitables.
Por eso me tengo miedo, porque voy a empezar a actuar, lo que conlleva a las inevitables y sagradas consecuencias...
Por eso me tengo miedo...porque voy a empezar a salir de mi cueva, donde mis miedos ya nos eran íntimos.
Por eso temo a la música por que empezare a compartirla, y sé que alguna canción producirá algún sentimiento que yo y muy poca gente podrá entender.
Miedo a hablar solo, miedo a que alguien me entienda, a que alguien comparta mi música, miedo a salir de la oscuridad, miedo a....puff, podría seguir pero mejor... etcétera.

Aitz

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